todo ello desde los envíos al editor del Dr. MV. Enrique Martín NOGUÉS.
The Present State of PERU: página 51. London: Printed for Richard Phillips. 1805. |
[1] Manuel BELGRANO, José María PAZ y ... las llamas.
Luego de VILCAPUGIO, el 1° de octubre de 1813:
"... Eran ya las tres de la tarde, y las miserables reliquias del ejército argentino, reunidas en El Morro, no alcanzaban a 400 hombres, inclusos los heridos, que fueron cuidadosamente atendidos por orden del general [Belgrano]. ...
El cielo, que es de una belleza inusual en aquella región inclemente, estaba despejado, y la noche amenazaba ser muy fría y era de temerse una nevada que hiciese intransitables los despeñaderos ...
A tres leguas de marcha se hizo alto en un paraje árido y solitario, donde se encontraron dos cabañas abandonadas. Allí se proporcionaron algunas llamas, animales que hacen el oficio de los camellos en el Perú, y cuya carne es nauseabunda para los que no están acostumbrados a ella. El general, que hacía más de veinticuatro horas que no comía, intentó probar un bocado de aquel grosero alimento; pero su estómago enfermizo lo resistió, sobreviniéndole una incomodidad que lo postró por largo rato. Repuesto de su dolencia, ... y después de proveer a la seguridad de todos, recién se permitió la satisfacción del reposo, acostándose envuelto en un poncho ...".
: en las páginas 170/171, Tomo II, de la
HISTORIA de BELGRANO y de la INDEPENDENCIA ARGENTINA
por Bartolomé Mitre; Buenos Aires: Librería "LA FACULTAD", de Juan Roldán y Cia. 1927.
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En sus "Memorias Póstumas" escribe el General José María PAZ, oficial en ese entonces [1813] a las órdenes del General Manuel BELGRANO:
"... El Coronel [Diego Balcarce] convino conmigo ... incorporarnos a la pequeña columna del General [Belgrano].
Caminamos el resto de la tarde y llegamos al anochecer a un lugar árido, llamado El Toro, que dista tres leguas de Vilcapugio y donde solo había uno o dos ranchos inhabitados. Es la primera vez que comí carne de llama (1); la noche era extremadamente fría y solo habíamos escapado con lo encapillado. Hubo oficiales que se tuvieron por felices de hallar un cuero de llama, chorreando sangre, en que envolverse. ..."
(1) Nota al pie, aclaración del Gral. J.M. Paz:
"Especie de guanacos, sin astas, que se llaman también carneros de la tierra. Se domestican y sirven para llevar carga que no debe pasar de setenta y cinco libras [c. 37 kgs.], ni la jornada que hagan, de tres leguas [c. 15 kms.], si no se quiere destruirlas."
: en las páginas 109/110, de la obra
Campañas de la Independencia - Memorias Póstumas - Primera Parte
por el General JOSÉ MARÍA PAZ
Buenos Aires: Talleres Gráficos Argentinos L. J. ROSSO. [1892]. 322 pp.
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[2] Luis Leopoldo FRANCO y ... las llamas.
Nos transmite el Dr. Nogués, que el gran escritor y poeta catamarqueño, belicho para más precisión, Don Luis L. Franco describió estas características.
Considero conveniente, como dato curioso, exponer en este contexto, un parrafito que figura en su libro "El General Paz y los dos caudillajes" donde enfoca a la llama bajo un aspecto que podríamos definir como social y erótico.
En opinión del autor de este quelquido, los conceptos vertidos por Don Luis no deben ser interpretados como peyorativos, sino como descriptivos de una de las situaciones más comprometidas para un ejército derrotado y desmoralizado, como lo era el del Norte, expedicionario al Alto Perú.
"... Avanzadas cuarenta leguas, la vanguardia se gasta en marchas y contramarchas bajo la confianza chambona de los jefes. Las despatarradas mulas de pelea, algunas chúcaras, pasan vuelta a vuelta, enfrenadas veinte horas. Las vituallas no están al día ...
... estos [por los lugareños] que mastican, como si rezaran, sus míticas hojas de coca, detrás de sus adoncelladas llamas, no cargan solo la sospecha del pecado que sólo se dice en latín y aymara, ...
lo enredan todo. ...".
Cueva de La Candelaria, Ancasti, Catamarca. Zoofilia con llama. |
Nota de redacción: El Dr. Ricardo Latcham, varias veces citado en este blog, escribió extensamente acerca de este tema en su obra "Los animales domésticos en la América precolombina".
Vienen de la Puna donde nunca llueve,
donde por enero brota en los eriales el blanco amancay;
cruzaron inmensas estepas de sal y de nieve,
hollaron las vegas heladas al pie del Acay.
Coquena las guía, dios de los rebaños,
por la antigua ruta que el Inca trazó;
por donde vinieron, hara dos mil años
los hombres pequeños de junto al Poopó.
Del alba al ocaso,
los gráciles cuellos erguidos, el porte marcial,
caminan llevando por carga, con rítmico paso,
cada una dos panes de sal.
Sus ojos serenos y oscuros, de enormes pupilas,
miran a la gente como turbadores ojos de mujer,
como si sus almas de bestias tranquilas,
del hombre quisieran los sueños eternos saber.
Sigue de la tropa las trilladas huellas,
un collita que,
como avergonzado de verlas tan bellas,
camina de a pie,
Irán a la aldea del valle sonriente,
traerán de retorno maíz,
y por la quebrada, costeando el torrente,
volverán a su helado país.
Poema de Juan Carlos Dávalos (1887-1959), escritor nacido en la Villa de San Lorenzo, Salta.
Publicado en el libro CANTOS AGRESTES, editado en Salta por Monerris y Cía, en 1917. 197 pp.
(En redacción).