lunes, 10 de febrero de 2020

"EL PÉNDULO" ... poblador ovejero y rabdomante.

rabdomante, radiestesista, zahorí:
el que percibe y detecta mediante artefactos sencillos (péndulos, horquetas)
estímulos de un cuerpo emisor oculto (aguas, minerales, etc.)
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A raíz de la publicación de la entrada:
De campo en campo … "EL PASAJERO" (DIECIOCHO) : Colonia Pastoril Luis Sáenz Peña,
recibí variados comentarios sobre los pobladores pioneros de parte de sus descendientes.
Entre otros, Roderick Mac Lean, periodista y nativo de Puerto San Julián; me comunicó importantes datos biográficos de sus abuelos escoceses y leoneses. También una sentida nota de cariñoso recuerdo hacia su abuelo materno Leonides Sánchez Álvarez, poblador de la estancia ovejera "La Lorenza", en la difícil zona de La Manchuria [nunca mejor aplicado un topónimo a la geografía santacruceña].
Con su autorización y de su autoría transcribimos el texto.

 
Dn. Leonides SÁNCHEZ ALVAREZ
Ecia. "La Lorenza", zona La Manchuria.
Foto: Roderick Mac Lean.

"EL PÉNDULO".
Yo lo recuerdo siempre así. Los brazos detrás del cuerpo; uno extendido y el otro cruzado detrás de la espalda sosteniendo al primero. Caminaba como contando los pasos. Se daba vuelta y me esperaba cada vez que me detenía a hurgar en una cueva de cuises, a elegir una piedra o, simplemente,  para verlo avanzar.
También lo recuerdo, ante la mirada atenta de los vecinos y peones que esperaban la orden, con su horqueta en las manos. Las puntas que formaban el ángulo más agudo se perdían entre sus dedos y la otra enfrentaba el suelo. Hasta que en un momento, la vara comenzaba a moverse, primero despacio y luego con un subibaja agitado. "Perforen aquí", decía y casi al unísono chocaban contra el suelo picos, palas y el trépano que finalmente haría brotar el agua. Decían que casi nunca fallaba. Ahora el tiempo y esa extraña capacidad de selección de la memoria lo convirtió en infalible. No importa si esa porción del suelo patagónico estaba recorrido por infinitos ríos subterráneos o si era pura suerte, lo cierto es, que a mi abuelo se le adjudicaban la mayoría de las vertientes de varias leguas alrededor.
Era rabdomante; pero esa palabra la conocí muchos años después.
Nunca me enteré si creía en Dios, pero sí supe de su boca que creía en las "energías" que la tierra, los objetos y las personas transmitían a su vara. Estaba convencido de que su búsqueda de agua tenía una lógica que los científicos algún día iban a explicar.
Igual que su péndulo, que con sus ondulaciones, podía trazar un mapa de los yacimientos de petróleo, de metales preciosos y hasta medir la presión arterial de los individuos. Era muy simple; un hilo de seda donde colgaba algo de plástico (en este caso un chupete en desuso), algo de metal (un clavo de herrar), o un vidrio perforado.
Recuerdo que ya enfermo y en la cama que nunca más abandonó, siguió maravillándome que su mano inmóvil sostuviera ese péndulo que ante mis ojos oscilaba sin razón aparente.

Recuerdo que me apuraba a salir del colegio para sentarme al lado de su cama, y escuchar cómo a los 15 años decidió dejar su Salas de la Ribera natal, allá en la provincia de León, en España, y lanzarse solo a la Patagonia argentina. Me contó que, piedra por piedra, fue levantando su primera casa en las ocho leguas que le dio el gobierno; que junto a mi abuela sembraron los álamos que proporcionaron reparo a "La Lorenza", que juntos llenaron de ovejas el campo, construyeron acequias, palearon nieve, cosecharon manzanas, cerezas, guindas, papas, nabos, coliflores, rabanitos y zapallos. Que juntos criaron seis hijas y que juntos lloraron la muerte del único varón que con solo 15 años no pudo resistir la pulmonía que le produjo más de seis horas de cabalgata bajo la lluvia y la nieve.

Hasta que un día me encontré con mi tía en la puerta, que se apuró a decirme que el abuelo había tenido una mala noche, que en la mañana la cosa empeoró y que estaba en coma.
No quise verlo más.
Nadie tuvo que explicarme nada cuando a los pocos días me hicieron faltar al colegio. Ni entré al velatorio en la casa de mi tía, ni me bajé del auto cuando la columna cansina llegó al cementerio.
Fue lo mejor.
Únicamente maldigo no haber reclamado para mí ese péndulo, que solo tenía sentido en sus manos y que hoy extraño en las mías.

Por: Roderick Mac LEAN
        Puerto San Julián, Santa Cruz, Patagonia Austral.

2 comentarios:

  1. Carlos. Muchas gracias por publicarlo y, sobre todo, por la valiosa información que aportás. Saludos Roderick Mac Lean

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  2. Un afectuoso saludo a todos los sanjulianenses que contribuyen al mejor conocimiento histórico de su ambiente rural.

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